Los loros son pájaros listos que valoran tanto el entretenimiento como las atenciones que su amo les dedica, recompensándolos con carcajadas, gritos o imitaciones.
Temprano en la mañana, Pancho ya ha cumplido la primera de sus tareas diarias: ha levantado a toda la familia, a pesar de que su dueña aún no ha retirado la sábana que protege su jaula durante la noche. Carcajadas, gritos y la imitación de todos los sonidos imaginables -ladridos como los del perro, sirenas de alarma, llaves al entrar a la cerradura, entre otros- se convierten en herramientas de fácil uso para este loro que, según su dueño, Francisco Rivera, llegó a casa `cuando era un pichoncito, hace unos quince años. Se lo compré a mis hijos en la vía que va de Morón a San Felipe.
En esa época no sabía del daño que causan a estos animales quienes los venden ilegalmente. Ahora sí, y por eso aconsejo no adquirir animales en las carreteras´.
Asegura que Pancho es feliz en su casa `y, a pesar de los escándalos, se ha ganado el cariño de los vecinos del edificio en el que vive en el este caraqueño´. Toda la familia se ocupa de su distracción, su alimentación y cuidado. `Y cuando salimos de casa, por el fin de semana, la conserje, que lo conoce desde que era un pichón, se hace cargo de él´.
Como Pancho, miles de loros crecen y viven en cautiverio. Pero no a todos se les brinda el confort que requieren, y buena parte de ellos pasan sus vidas aburridos, en jaulas inadecuadas y con una dieta monótona, que no beneficia en nada su salud. Esta es una de las causas más usuales de enfermedad en estas aves, las cuales manifiestan su descontento arrancándose las plumas.
Larga vida
La mayor parte de los loros de tamaño mediano suelen vivir entre 50 y 60 años, es decir, bastante más que un perro o un gato. Y es esta la razón que obliga a quienes los desean como mascotas a asumir la responsabilidad de compartir, prácticamente, toda su vida, con el ave elegida.
Son muy inteligentes y necesitan de entretenimiento y compañía. Por ello no vale la pena adquirir uno si quien se va a hacer cargo del ave pasa el día fuera de la casa. El error se hará notar cuando el animal comience a quitarse, una a una, las plumas, a destruir todo lo que lo rodea y a picotear los barrotes de su jaula. Es la manera como llaman la atención al responsable de su cuidado para hacerle saber que no está a gusto.
El animal adecuado
Si realmente se desea tener un loro en casa, lo mejor es comprar aquellos que nacieron en cautiverio y fueron alimentados con papillas. Suelen ser bastantes más mansos que los silvestres, separados violentamente de su medio natural. Lo ideal es optar por especies que cuentan con todos los permisos para ser comercializadas, en vista de que no corren peligro de extinción.
Por eso es bueno saber que ninguno de los loros venezolanos forma parte de estas listas, ya que como especies silvestres cuentan con la protección de las leyes ambientales, las cuales no han sido suficientes para detener la demanda de animales y poner a salvo a muchas especies amenazadas.
Algunas personas terminan comprando una pareja para su loro. La compañía suele agradarle pero se debe saber que el estrecho vínculo que pueden haber establecido con las personas desaparece ante la presencia de otra ave.
Las recomendaciones para los nuevos propietarios de aves son: jamás adquirir un animal que se mueve poco y parece frágil, seguro que está enfermo; el plumaje debe estar limpio, vistoso y en perfecto estado; la mirada debe ser curiosa; no escoger animales pasivos, sino interesado en lo que sucede a su alrededor y asegurarse de que no tienen diarrea, que no están delgadas (a estas aves se les ve, literalmente, el esqueleto cuando no están bien alimentadas) sin mucosidades ni síntomas de enfermedad.
Una vez fuera de la tienda es fundamental visitar al veterinario para que revise a la mascota y dé las indicaciones precisas acerca de su alimentación y el entorno que más le conviene.
lunes, 30 de junio de 2008
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